Saltar al contenido

Consecuencias del cambio en el Neolítico, de cazadores-recolectores a agricultores y ganaderos sedentarios.

Evidencias de una degradación física.

Los científicos que estudian la evolución de nuestra especie, han encontrado que los humanos actuales son notablemente más pequeños que sus antepasados cazadores-recolectores.

También parece determinante que la disminución de la estatura coincide con el  descubrimiento y empleo de la agricultura como fuente de alimentación, que se inició hace unos 9,000 años.
Los humanos modernos, Homo sapiens, aparecieron por primera vez alrededor de 200,000 años atrás y eran altos, fuertes y musculosos.

Y según nos dicen los fósiles,  la mayor parte de la disminución ha sucedido en los últimos 10,000 años.
Parece fácil concluir, que cuando los cazadores recolectores comenzaron una  dieta donde primaban los hidratos de carbono, su anatomía sufrió una degradación evidente.
Se detecta a la vez un aumento de enfermedades óseas, dentales etc.
Pero se sigue negando lo evidente y se defiende que la degradación de la especie se debe a que el cazador se volvió sedentario.

¿Alguien puede aceptar, una agricultura, sin maquinaria, sin animales domésticos, o sin herramientas eficaces, es descansada y falta de ejercicio?
Pensemos que el asno doméstico, no aparece hasta  el V milenio a. C.
Y en cuanto a la utilización de los animales domésticos, como fuente de carne, sepamos que la cabra, el primer animal domesticado por su carne, aparece entre 3.000 y 4.000 años después.

¿Por qué se sigue negando lo evidente?

Cuando el ser humano deja la dieta paleolítica (mucha carne, mucha grasa, algunas bayas, poquísimos carbohidratos y más azúcares), es cuando comienza su declive físico.
Lo malo, es que este declive no ha terminado y se sigue produciendo en aquellos sectores de la población, que por desinformación, o falta de voluntad, siguen una dieta muy alta en carbohidratos.

Y, de nuevo los alimentos fermentados ayudan a paliar las consecuencias

Contar con alimentos que habían sufrido procesos de  fermentación, sea de forma fortuita o dirigida, presentaba una serie de ventajas para el desarrollo de las incipientes sociedades de los humanos que se iban haciendo sedentarios.

Se sabe que el cambio de alimentación que se produjo a partir del Neolítico, supuso una desventaja para aquellos humanos que se habían alimentado principal  mente de caza, pesca y vegetales silvestres.

Pasaron de un a alimentación abúndate en proteínas y escasos hidratos de carbono a alimentarse de cereales y escasa carne.

Entonces les vino bien contar con los procesos fermentativos, que  afectan a la estructura de los nutrientes haciéndolos  más digestibles. También el desarrollo de los elementos fermentativos, propicia la presencia de vitaminas, ácidos grasos y aminoácidos esenciales que permanecían como postbióticos, aún en los alimentos cocinados. Asimismo dan lugar a la disminución de elementos anti nutrientes de los cereales y la eliminación de la lactosa en las  fermentaciones de alimentos lácteos.

Pero por otra parte, avanzando el tiempo, también detectaron otra serie de ventajas que les harían inclinarse por la consecución de alimentos fermentados.
En primer lugar, la generación de ácido láctico, acético y alcohol como resultado del metabolismo de los microorganismos responsables de la transformación, permitía una preservación de los alimentos en el tiempo.
De esta forma se daba un consumo diferido que ayudaba a reservar los exentes de producción y evitaba la escasez en los momentos en que la caza o la recolección disminuían. 
A su vez el alimento se convertía en un medio de cultivo adverso para el desarrollo de elementos indeseables que pudieran afectarlo degradándolo  o resultar patógenos al consumirlos. Seguramente se debieron acostumbrar a sabores que en principio les resultaron extraños, pero que poco a poco terminaron por apreciar, disfrutando así de la variedad de sabores y aromas que propician las fermentaciones.

Es muy probable que estas ventajas nutricionales ya habrían sido intuidas al comprobar los beneficios que les proporcionaban consumirlos así.

José Antonio Barroso, fundador del Grupo Microal-Tecoal, nos ofrece una descripción precisa sobre la perfecta simbiosis ancestral entre el ser humano y los probióticos, de la que nos hemos beneficiado inmensamente de forma mutua y gracias a la cual somos lo que hoy somos, como especie y como civilización.