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¿Qué son los probióticos?

La Organización de las Naciones Unidas los define así:

 «Los probióticos son microorganismos vivos que, administrados en cantidades adecuadas, ejercen un efecto beneficioso sobre la salud del consumidor».

Y se establece, por tanto, que para poder ser considerados probióticos…

 «Los microorganismos deben estar vivos y en cantidades suficientes, deben ser estables y viables hasta la caducidad del producto y deben ser capaces de ofrecer beneficios para la salud».

SOS probióticos: La importancia de la alimentación viva (Salud y bienestar)

¿Para qué sirven los probióticos?

Los probióticos digieren los alimentos, mantienen intacta la superficie intestinal, proporcionan vitaminas y expulsan las bacterias malas.

¿Qué tipos de probióticos hay?

Los más usuales son lactobacilos, estreptococos, levaduras y bifidobacterias. Hoy en día, una vez conocidos los más idóneos, se han seleccionado los tipos de cepas o estirpes según las necesidades que deban cubrir.

Ya hay una gran oferta de microorganismos fermentativos seleccionados, que se comercializan para las producciones de yogur, quesos o embutidos.

¿Cómo funcionan los probióticos?

Al multiplicarse en su desarrollo, alteran la composición fisicoquímica de los nutrientes. Estos cambios unas veces resultan degradantes para el alimento y, por tanto, para nuestros intereses, pero en muchas ocasiones, el resultado es un aumento importante de su valor nutricional y una posibilidad de asimilación más simple para nuestro organismo.

El ejemplo más común es la llamada fermentación láctica.

Se produce mediante el desarrollo de bacterias que transforman los azúcares en ácido láctico, ocasionando así una bajada de pH y, como consecuencia, la acidificación del alimento.

Mediante este proceso, el alimento se conserva más tiempo. 

El sustrato alimentario, esencialmente modificado así en su estructura química, se mantiene comestible. Y esto ocurre debido a que las bacterias responsables de las degradaciones y putrefacciones de los alimentos no pueden proliferar en un medio que ahora les resulta adverso, gracias a la acción de las bacterias fermentativas. Es el caso del yogur, el kéfir, los quesos, las verduras fermentadas, etc.

Hay probióticos que nos proveen de virus beneficiosos.

Es el caso de los probióticos que hay en  la leche. Actúan de reproductores de unos virus, en este caso beneficiosos, que tienen influencia en la capacidad de memorizar y de favorecer las funciones cognitivas.

Estas funciones son las habilidades que tiene nuestro cerebro para permitirnos pensar, decidir, analizar, orientarnos…

¿Cómo se toman los probióticos?

Ingiriéndolos a través de nuestra dieta. Los podemos encontrar en alimentos que llevan una curación o fermentación como chorizo, salchichón, salami, fuet, miel, bacalao, mojama, sardinas, arenques, vino, las aceitunas, cerveza artesanal, yogurt, Kéfir…siempre que no hayan sufrido ningún tratamiento térmico.

¿Cómo podemos favorecer su implantación y  desarrollo en nuestro intestino?

Tomando prebióticos que sirvan de nutrientes  para ellos. Los prebióticos están contenidos en alimentos que no son digeribles y que pasan al colon para nutrir a nuestra flora intestinal. De esta forma  promueven el crecimiento y la actividad de los beneficiosos probióticos.

¿Qué alimentos aportan prebióticos?

Son principalmente alimentos vegetales.

El más efectivo es el almidón resistente. Un tipo de almidón que el organismo no puede descomponer y llegará  intacto hasta el intestino grueso para nutrir la flora intestinal. Lo contienen los plátanos poco maduros, la avena,  y los alimentos compuestos de almidón que tras ser cocidos se mantienen en refrigeración, como el arroz, las patatas, las batatas…

También son prebióticos el chocolate negro, las nueces, las manzanas, la miel, las alcachofas, los espárragos…

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